En los últimos días, el mundo ha sido testigo de un acto de resistencia mundial sin precedentes, la Marcha Global por Gaza, un esfuerzo colectivo de miles de activistas de más de 80 países que buscaban romper el cerco impuesto por Israel sobre la Franja de Gaza y exigir el fin de lo que muchos, incluidas organizaciones de derechos humanos y la Corte Internacional de Justicia (CIJ), han calificado como un genocidio en curso.
Desde la madrugada del 12 de junio de 2025, más de 4.000 personas comenzaron a llegar a El Cairo, Egipto, para realizar la “Marcha Global a Gaza”, con el objetivo de presionar a los líderes mundiales para que abran el paso de Rafah, permitan la entrada de ayuda humanitaria a una población al borde del colapso y denuncien las atrocidades cometidas contra el pueblo palestino. Esta acción, planeada desde abril y sostenida por sindicatos, movimientos sociales, colectivos feministas y organizaciones de derechos humanos, encarna la resistencia internacionalista y la solidaridad activa de los pueblos en tiempos de barbarie.
Este movimiento humano, que dice presente ante el genocidio en Gaza, tuvo una respuesta agresiva por parte de las autoridades egipcias, quienes detuvieron y deportaron a cientos de activistas, incluyendo a la periodista y activista venezolana Hindu Anderi, miembro de la Coordinación Mundial de la Plataforma Internacional de Solidaridad con la Causa Palestina. Esto revela la complejidad de las dinámicas geopolíticas y la represión que enfrentan quienes alzan la voz por la justicia.
Gaza lleva 16 años bajo un bloqueo impuesto por Israel, y reforzado por Egipto, que ha devastado la economía, restringido el acceso a alimentos, agua y medicinas, y privado a sus 2.2 millones de habitantes de su derecho a la vida digna y a la libre circulación. Desde el 7 de octubre de 2023, Gaza enfrenta además una destrucción sistemática que ha dejado aproximadamente 53.000 palestinos muertos (75% mujeres y niños, según el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina UNRWA), 1.7 millones de desplazados (90% de la población), y 32 hospitales bombardeados (Organización Mundial de la Salud, mayo 2025). El bloqueo israelí, endurecido en marzo de 2025, ha convertido a la Franja en una trampa mortal donde solo entra el 7% de la comida necesaria (Programa Mundial de Alimentos), y el 95% del agua está contaminada (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia UNICEF). Martin Griffiths, secretario de la ONU para Asuntos Humanitarios, lo resumió diciendo que “Gaza ya no es un territorio en crisis; es un matadero a cielo abierto”; una evidencia más de que la crisis humanitaria ha alcanzado niveles catastróficos, una en la que los expertos advierten sobre una inminente hambruna si no se levantan las restricciones al acceso de ayuda.
En este contexto, la Marcha Global por Gaza, programada para comenzar el 15 de junio de 2025, se concibió como acción directa no violenta, buscando ser un puente humano y político que permitiera visibilizar la catástrofe y exigir a la comunidad internacional que pase de las condenas verbales a sanciones reales contra Israel, y convertirse en una respuesta directa a la inacción de los gobiernos y de las instituciones internacionales. Para ello, las y los activistas que suman voluntades y unen sus voces en solidaridad con este pueblo hermano – procedentes de América Latina, Europa, África y Asia – se congregaron en campamentos en El Cairo, para luego trasladarse a El Arish, en el Sinaí, y desde allí marchar 50 kilómetros a pie hasta el paso fronterizo de Rafah para exigir la apertura de un corredor humanitario y el fin del genocidio. Sin embargo, las autoridades egipcias detuvieron al menos a 170 activistas y deportaron a decenas impidiendo que la marcha se concretara.
La Marcha, más que un acto simbólico, se concibió como una acción que interpela y denuncia, una acción que abraza al hermano pueblo palestino y a la humanidad que se duele y actúa, masivamente, para presionar a que se rompa el bloqueo genocida. Se inspira en esfuerzos previos, como el intento de la flotilla Madleen, interceptada por Israel el 1 de junio de 2025, que buscaba llevar ayuda humanitaria a Gaza por mar y fue detenida con activistas prominentes a bordo. Por eso, en clave de resistencia, denuncia y solidaridad, los pueblos del mundo iniciaron jornadas de movilización en sus países alzando la voz por los hombres, mujeres y niños silenciados en Gaza.
Como afirman sus organizadores, “Gaza está hambrienta, aplastada, aislada”, por lo que, en palabras de la abogada alemana Melanie Schweitzer, la marcha buscaba enviar un mensaje humanitario que trascendiera fronteras políticas y culturales. La respuesta de Egipto a este acto profundamente humano y solidario fue la represión, que no solo se limitó al aeropuerto. En el camino hacia el Sinaí, las autoridades egipcias establecieron puntos de control, como uno a 30 kilómetros de Ismailia, donde se confiscaron pasaportes y se usó la fuerza contra activistas que intentaban realizar una sentada pacífica. Videos compartidos por activistas, como uno de la organizadora Melanie Schweitzer, muestran como una mujer es golpeada y varios participantes son arrastrados a autobuses bajo escolta policial. Los organizadores denunciaron estos actos como “violencia no provocada contra una delegación pacífica global” y acusaron a Egipto de ser cómplice en el genocidio palestino al bloquear la marcha.
La postura oficial de Egipto, según el Ministerio de Asuntos Exteriores, fue que cualquier movimiento hacia la frontera de Rafah debía ser autorizado previamente debido a preocupaciones de seguridad nacional, especialmente en el Sinaí, una región marcada por una insurgencia extremista. Sin embargo, los organizadores insistieron en que habían seguido los protocolos establecidos y habían coordinado con las embajadas egipcias, lo que hace que la represión parezca más una decisión política que una medida de seguridad.
La detención y deportación de Hindu Anderi es un caso emblemático de la represión enfrentada por los activistas. Según publicaciones en X, Anderi fue retenida sin explicación, sus pertenencias fueron confiscadas y fue deportada a Turquía antes de que pudiera unirse a la marcha. A su regreso a Venezuela, Anderi expresó su indignación, denunciando la complicidad de Egipto con el bloqueo israelí y la traición a la causa palestina. En sus palabras, la represión en Egipto no solo busca silenciar a los activistas, sino también desviar la atención de la crisis humanitaria en Gaza, donde “niños mueren de hambre mientras el mundo guarda silencio”.
La experiencia de Anderi no es aislada. Otros activistas, como el político irlandés Paul Murphy y la exdiplomática estadounidense Hala Rharrit, también enfrentaron detenciones y confiscaciones de pasaportes. Estas acciones reflejan una estrategia más amplia para desmovilizar el movimiento, utilizando la burocracia y la fuerza para evitar que la marcha llegara a Rafah. Sin embargo, la determinación de los activistas, como lo expresó Anderi, sigue intacta: “Nos pueden deportar, pero no pueden deportar nuestra lucha por la justicia”.
A pesar de las detenciones y deportaciones, los organizadores lograron visibilizar la crisis en Gaza. La marcha, junto con el Convoy de la Resistencia y la flotilla Madleen, generó una presión mediática y moral que obligó al mundo a mirar, aunque sea por un momento, la realidad del genocidio. La victoria más grande está en dejar claro, usando palabras de Anderi, que “el silencio no es una opción cuando los niños de Gaza mueren bajo las bombas y el hambre”. Como escribió Frantz Fanon, “el dolor de los demás no puede ser ignorado si queremos construir un mundo donde los sueños de la humanidad despierten”. En este espíritu, la lucha por Gaza continúa, desde las calles de El Cairo hasta las plazas de Caracas, desde los campamentos de Rafah hasta los corazones de quienes creen en un mundo mejor posible, donde el genocidio es solo una pesadilla.