“Ni guerra que nos destruya, ni paz que nos oprima”: Este lema histórico del movimiento feminista español contra la guerra, sostiene una de las claves de fondo para construir un horizonte de paz. Reclama que la paz no es sólo un alto el fuego o la rendición y el silencio ante quienes imponen sus guerras. Sino que la paz es la construcción de los cimientos para unas relaciones basadas en el respeto mutuo y la cooperación.
Esta no es una idea naif ni algo imposible, porque si hay voluntad, hay un camino.
La construcción de este camino es la única alternativa posible para la sostenibilidad de la vida de las personas y el planeta. Lo contrario es la paz del cementerio, la pérdida de vidas humanas, un mundo partido en dos, en guerra permanente, armas nucleares y miseria para los pueblos.
Los que dicen defender la libertad no quieren que quienes no son como ellos la disfruten. Lo que se nos plantea es un “conmigo o contra mí” o en palabras de Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, “recordaremos a quienes no estén a nuestro lado”.
La libertad, por tanto, no es elegir únicamente frente a dos opciones, sino la posibilidad de crear opciones propias. Por eso es fundamental que ante esta visión mainstream del mundo, que nos arrebata la capacidad de construir nuevos imaginarios, articulemos uno donde podamos entrar todas juntas. La guerra no es inevitable.
‘Europa es indefendible’
En el contexto que vivimos se respira amnesia y siglo XX. De nuevo la guerra, de nuevo el odio, de nuevo el “nosotros” y los “otros”. Es escandaloso que, ante esta Europa-Fortaleza, que ha convertido el mar mediterráneo en una fosa común de personas que escapan de las guerras de países del Sur Global, que ilegalmente hace devoluciones en caliente de personas migrantes, y que encierra a solicitantes de asilo en centros de internamiento sin siquiera poder hablar con un abogado; sea tan fácil poner los instrumentos necesarios para abrir sus puertas a quienes escapan de la guerra de Ucrania, cuando las personas son blancas y de ojos azules. La guerra de Ucrania ha demostrado que la UE es perfectamente capaz de recibir refugiados, pero para los que están atrapados en Libia – ese país que destruímos con la OTAN – no hay rutas seguras, ni trenes, ni autobuses gratuitos. Esto nos dice de nuevo que si hay voluntad, hay un camino.
Todas las personas tienen derecho a huir de la guerra y rehacer su vida, como las personas afganas, kurdas o sirias hacinadas en Moria, el campo de refugiados de la isla de Lesbos, en Grecia, que se incendió durante la pandemia con casi 13.000 personas dentro y donde niños y niñas de 10 años han intentado suicidarse por la violencia, el hambre y el hacinamiento. Parece que la Historia de la Europa colonial pervive, hay vidas que importan y vidas que no importan.
Pero no hace tantos años, miles de familias españolas huían del fascismo que también perseguía “a los otros”, como al pueblo gitano, personas de comunidad LGTBI, o defensoras de la República Española. Como escribe Aimé Césaire en su Discurso sobre el colonialismo, “Europa es indefendible”. El nivel de contradicciones es tan alto que sería suicida seguir por este camino en el que hablamos de paz y mandamos armas, hablamos de democracia y apoyamos la censura, hablamos de derechos humanos y desarticulamos la ONU, hablamos de libertad y cerramos los ojos ante el fascismo. Y en el centro de todo esto: la OTAN. Como si no fuera suficiente entregar nuestra soberanía a los mercados, también se la entregamos a las guerras de EE. UU.
‘Con la dignidad no se come, pero un pueblo sin dignidad se pone de rodillas y termina sin comer’
La famosa frase del dirigente Julio Anguita, difunto alcalde de Córdoba e influyente líder político dentro de la izquierda española, “Con la dignidad no se come, pero un pueblo sin dignidad se pone de rodillas y termina sin comer” resuena en mi cabeza mientras intento discernir qué está ocurriendo en Europa, o más importante: qué es Europa y cómo podemos hacer que sea todo lo contrario a lo que es. Pero para entender qué es Europa hoy, debemos recordar que los debates que construyeron los consensos hacia esta Unión Europea se dieron en términos abstractos y aspiracionales, asociando la modernidad al neoliberalismo. Mientras los pueblos se ensimismaron con una identidad europea vacía, se construyeron los andamiajes hacia una economía independiente del poder político y democrático.
Como la sirenita, del popular cuento de Hans Christian Andersen, vendimos nuestra voz por una idea de amor romántico. Sin nuestra voz, los constructores de la UE rellenaron el abismo entre lo económico y lo social con instituciones generadoras de desigualdades y de un proyecto de seguridad europea al servicio de Washington. Las decisiones de la UE ante la crisis del 2008, la pandemia del COVID-19 o la Guerra de Ucrania no pueden estar más alejadas de las necesidades de seguridad real y cotidiana de las personas. Con la sirenita, aprendimos que sin nuestra voz no puede haber amor real.
La lucha contra la amnesia
Quienes luchamos contra la amnesia sabemos que no necesitamos alianzas militares, porque la guerra es un síntoma terrible, pero no es la enfermedad del mundo. Para extirparla, Europa necesita urgentemente un transplante de corazón, de un corazón antifascista y anticolonialista, que sea responsable del mundo que construye y de las gentes que viven y llegan a él. Entonces, ¿Cómo podemos hacer que Europa sea todo lo contrario a lo que es? En primer lugar, asumiendo que no podemos posponer abrir los ojos, mirar a Europa por lo que realmente es y abordar la tarea más difícil: construir un camino propio. Con memoria, podremos abordar ese camino, porque ese camino se ha intentado antes. Escuchemos al pasado y hagámoslo mejor. Ese camino va desde Rosa Luxemburgo, el Movimiento de Países No Alineados, los BRICS, el panafricanismo o la lucha de las Madres de la plaza de Mayo. Toda esta historia nos recuerda que la lucha por construir otro camino de paz está llena de coraje, y que quienes lucharon aprendieron que su voluntad también contaba.
Porque si hay voluntad, hay un camino.
Más armas no nos salvarán. Nosotras lo haremos.