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La India puede tener un rol clave en un posible nuevo orden mundial

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Globetrotter

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En la primera quincena de abril de 2022, el ministro de Asuntos Exteriores de la India, Subrahmanyam Jaishankar, hizo unas reveladoras declaraciones durante una rueda de prensa en Washington, D.C. Estaba junto al secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, y el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd Austin. Cuando se le preguntó por la compra de petróleo ruso por parte de la India, Jaishankar dijo: “Si están indagando sobre compras de energía a Rusia, yo sugeriría que su atención se centrara en Europa. Compramos algo de energía, que es necesaria para nuestra seguridad energética. Pero sospecho que, mirando las cifras, nuestras compras totales del mes serían menores que las que hace Europa en una tarde”.

La declaración de Jaishankar no es inusual. Tanto él como sus colegas han estado rebatiendo las “preocupaciones” y los “consejos” de Occidente a la India sobre su postura ante Rusia en el conflicto de Ucrania, incluida la negativa de la India a votar contra Rusia en las Naciones Unidas, así como las conversaciones de la India con Rusia para establecer un mecanismo de pago que eluda las sanciones impuestas por Occidente. Las visitas de los diplomáticos occidentales a la India no contribuyeron a modificar las acciones del Gobierno indio.

La India, bajo el Gobierno del primer ministro Narendra Modi, se ha parado firme ante el campo de los Estados Unidos, participando en la reactivación de la Quad y subscribiendo tres acuerdos fundacionales de defensa con los Estados Unidos. Estos movimientos sugieren que la India está muy de acuerdo con el enfoque de los EE. UU. en la contención de China. ¿Se ha desviado entonces la India de este alineamiento con los Estados Unidos a raíz de sus relaciones con Rusia? ¿Está la no-alineación otra vez sobre la mesa? La respuesta a esta pregunta es mucho más complicada de lo que parece a primera vista.

Economía

Una parte de esta última respuesta de la India puede explicarse por simple economía. Para un Gobierno que está lidiando con una inflación creciente, la perspectiva de obtener petróleo a precios reducidos de Rusia era demasiado buena para resistirse. Además, Rusia sigue siendo su mayor proveedor de armas, aunque la dependencia parece estar disminuyendo (las importaciones de Israel y los Estados Unidos han aumentado en los últimos 30 años). Un hecho mucho menos público es que la India también depende de Rusia para los fertilizantes que son vitales para su sector agrícola. Estos lazos económicos son demasiado rentables como para cortarlos. Además, esta respuesta también tiene precedentes. Después de todo, la India no cedió a la presión estadounidense e incluso a la amenaza de sanciones cuando se trataba de adquirir el sistema de misiles S-400 de Rusia. Geopolíticamente, Rusia sigue siendo clave si la India quiere comprometerse con su entorno inmediato, donde anteriormente se quedó atrás en momentos clave, como durante la crisis de Afganistán.

Sin embargo, en el momento actual, las perspectivas netamente económicas y geopolíticas son quizás inadecuadas.

Autonomía estratégica

El enfoque de la India tras la Guerra Fría se ha definido a menudo como autonomía estratégica, que ha englobado a agrupaciones tan diversas como la alianza BRICS (formada por Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica); la Organización de Cooperación de Shanghai; y el Quad (formado por los Estados Unidos, la India, Japón y Australia). Sin embargo, la política exterior de la India en las últimas décadas se ha caracterizado por un enfoque más transaccional, aprovechando lo que ha tenido sentido financiero y estratégico en un momento determinado más que cualquier perspectiva a largo plazo.

Las respuestas de Occidente y sus aliados a la guerra de Ucrania indican que ese enfoque tiene una utilidad limitada. El régimen de sanciones, la incautación de activos y la congelación de reservas y el ataque a la moneda rusa no son meras respuestas a un conflicto armado. Son acciones que se han convertido en armas anteriormente y se han desplegado contra países como Cuba, Venezuela e Irán, y son una advertencia para cualquiera que pretenda desafiar la hegemonía de los Estados Unidos y sus aliados. Son una señal de que cualquier desafío sustantivo al actual orden mundial tendrá una respuesta dura. Hoy el objetivo es Rusia. ¿Mañana podría ser China? ¿pasado mañana en la India?

Una robusta no-alineación

El momento actual exige un nuevo enfoque, y aquí es donde surge la propuesta de no-alineación. Aunque no es una idea nueva, puede que ahora haya encontrado su momento de urgencia.

La génesis del Movimiento de los No Alineados (MNOAL) se encuentra en la tradición de las luchas anticoloniales. Por ejemplo, un MNOAL emergente intervino de forma crítica en los movimientos de liberación en África. En contraste con el colonialismo, que evolucionó y continuó con sus actividades depredadoras, el MNOAL se redujo a una voz moral, y sus miembros fueron aislados y depredados por el orden global neoliberal que surgió a partir de la década de 1970.

Entonces, ¿qué significa la no-alineación hoy en día, cuando unos pocos hombres y mujeres, de un plumazo, pueden apoderarse de miles de millones en reservas extranjeras y prohibir el comercio entre dos países soberanos? Está claro que, para que la no-alineación sea eficaz, no puede limitarse a relaciones transaccionales o a meras posturas morales.

También está claro que la no-alineación de hoy debe basarse en la exigencia de la transformación del orden mundial, lo que implica el rechazo de la dictadura del Banco Mundial y del FMI y el impacto duradero de la deuda, la abolición de las sanciones como herramienta de guerra y unas Naciones Unidas más equitativas. Esto requiere la construcción de estructuras para las que existen precedentes. Las naciones del BRICS tuvieron la idea correcta con el Nuevo Banco de Desarrollo, denominado anteriormente el Banco de Desarrollo BRICS, que puede ser un modelo para futuros bloques. Organizaciones como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en América Latina son ejemplos de agrupaciones de este tipo en acción.

Sin embargo, estas estructuras no se construyen de forma aislada o simplemente porque unos pocos líderes lo decreten. Sus cimientos deben basarse en una estrategia de dos vertientes por parte de los países. Uno de ellos debe ser un énfasis renovado en la autosuficiencia en el plano del desarrollo económico y la investigación científica y tecnológica. Esto es quizás lo que la India perdió cuando abandonó la planificación central y acabó siendo un proveedor de recursos humanos cualificados y un mero receptor tanto de tecnología como de bienes.

La otra vertiente tiene que ser la de las relaciones económicas que aprovechan los puntos fuertes de cada uno de los países y que pueden lograrse a pesar de las diferencias políticas y diplomáticas. Los bloques comerciales del sudeste asiático, África y América Latina han dado pistas de lo que esto podría significar y de lo mucho que podría afectar al orden mundial.

Para la India y otros países del Sur Global, este momento ofrece inmensos retos y deja entrever la posibilidad de un nuevo mundo. ¿Superará la India su enfoque transitorio y abrazará esta posibilidad? Hay pocas razones para esperar que exista un deseo de cambio por parte de la clase dirigente, pero su posibilidad forma parte de la agenda de los movimientos populares.

Fin del ARTÍCULO

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