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Sobre cómo los talibanes expulsaron a Occidente de Afganistán

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Globetrotter

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Unos días después del 15 de agosto, cuando los talibanes entraron en Kabul, sus representantes empezaron a averiguar sobre la “localización de activos” del banco central de la nación, el Da Afghanistan Bank (DAB), que suman unos 9.000 millones de dólares. Mientras tanto, el banco central de la vecina Uzbekistán – que tiene una población de aproximadamente 34 millones de personas, mientras que la población de Afganistán supera los 39 millones – tiene reservas internacionales por un valor de 35.000 millones de dólares. En esta comparación, Afganistán es un país pobre. Sus recursos han sido devastados por la guerra y la ocupación.

Los funcionarios del DAB dijeron a los talibanes que los 9.000 millones de dólares están en la Reserva Federal de Nueva York, lo que significa que la riqueza de Afganistán está en un banco de Estados Unidos. Pero antes de que los talibanes pudieran intentar acceder al dinero, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ya se ha adelantado y ha congelado los activos del DAB e impedido su transferencia al control de los talibanes.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) había asignado recientemente 650.000 millones de dólares en Derechos Especiales de Giro (DEG) para su desembolso en todo el mundo. Cuando se le consultó si Afganistán podría acceder a su parte de los DEG, un portavoz del FMI escribió en un correo electrónico: “Como siempre ocurre, el FMI se guía por las opiniones de la comunidad internacional. Actualmente, la comunidad internacional no tiene claro el reconocimiento de un gobierno en Afganistán, por lo que el país no puede acceder a los DEG ni a otros recursos del FMI”.

Los puentes financieros hacia Afganistán, para sostener al país durante los 20 años de guerra y devastación, se han derrumbado lentamente. El FMI decidió retener la transferencia de 370 millones de dólares antes de que los talibanes ingresaran a Kabul, y ahora los bancos comerciales y Western Union han suspendido las transferencias de dinero a Afganistán. La moneda afgana, el afgani, está en caída libre.

Cuando la ayuda desaparece

Durante la última década, la economía formal de Afganistán luchó por mantenerse a flote. Desde la invasión de Estados Unidos y la OTAN en octubre de 2001, el Gobierno de Afganistán ha dependido de los flujos de ayuda financiera para sostener su economía. Gracias a estos fondos y al fuerte crecimiento agrícola, entre 2003 y 2012 Afganistán experimentó – según datos del Banco Mundial – una tasa media de crecimiento anual del 9,4%. Estas cifras no incluyen dos hechos importantes: en primer lugar, que grandes partes de Afganistán no estaban bajo el control del Gobierno (incluidos los puestos fronterizos donde se cobran impuestos), y en segundo lugar, que el comercio de drogas ilícitas (opio, heroína y metanfetamina) no se cuenta en estas cifras. En 2019, los ingresos totales del comercio de opio en Afganistán oscilaron entre 1.200 y 2.100 millones de dólares, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). “Los ingresos brutos procedentes de los opiáceos superaron el valor de las exportaciones lícitas registradas oficialmente en el país en 2019”, afirmaba un informe de la ONUDD de febrero de 2021.

Durante la última década, el flujo de ayuda a Afganistán se ha desplomado “desde alrededor del 100% del PIB en 2009 hasta el 42,9% del PIB en 2020”. La tasa de crecimiento económico oficial entre 2015 y 2020 cayó al 2,5%. Las perspectivas de aumento de la ayuda parecían nefastas en 2020. En la Conferencia sobre Afganistán celebrada en Ginebra en noviembre del 2020, los donantes decidieron proporcionar desembolsos anuales en lugar de ayuda en paquetes de cuatro años. Esto significaba que el Gobierno afgano no podría planificar suficientemente sus operaciones. Antes de que los talibanes tomaran Kabul, Afganistán había empezado a desaparecer de la memoria de los países que lo habían invadido en 2001-2002.

Un país de pobreza

Durante los últimos 20 años, el Gobierno de Estados Unidos gastó 2,26 billones de dólares en su guerra y ocupación de Afganistán. Los países europeos no gastaron nada parecido a lo que gastó Estados Unidos (Alemania gastó 19.300 millones de dólares a finales de 2018, de los cuales 14.100 millones fueron para pagar el despliegue de las fuerzas armadas alemanas).

El dinero que llegaba de todos los donantes a la floreciente economía de ayuda de Afganistán tuvo algún impacto en la vida social de los afganos. Las conversaciones con funcionarios de Kabul a lo largo de los años están salpicadas de datos sobre el aumento del acceso a las escuelas y a la salud, las mejoras en la salud de los niños y el mayor número de mujeres en la administración pública del país. Pero siempre fue difícil creer en las cifras.

En 2016, el ministro de Educación, Assadullah Hanif Balkhi, dijo que sólo 6 millones de niños afganos asistían a las 17.000 escuelas del país, y no 11 millones como se había informado antes (el 41% de las escuelas de Afganistán no tienen sede). Como consecuencia de la falta de escuelas, el Ministerio de Educación afgano informa de que la tasa total de alfabetización en el país era del 43% en 2020, siendo el 55% la tasa de alfabetización de los hombres y el 29,8% la de las mujeres. Los donantes, las agencias de ayuda y los funcionarios del Gobierno central generaron la cultura de inflar las expectativas para fomentar el optimismo y la transferencia de más fondos. Pero poco de eso era cierto.

Mientras tanto, resulta chocante constatar que apenas se construyeron infraestructuras para avanzar en las necesidades básicas durante estos 20 años. La compañía eléctrica de Afganistán (Da Afghanistan Breshna Sherkat – DABS) informa de que sólo el 35% de la población tiene acceso a la electricidad y que el 70% de la energía se importa a precios inflados.

La mitad de Afganistán vive en la pobreza, 14 millones de afganos sufren inseguridad alimentaria y 2 millones de niños afganos padecen hambre severa. El sonido rugiente del hambre se mezcló ​​– durante estos últimos 20 años – con el sonido rugiente de los bombarderos. Así luce la ocupación vista desde el terreno.

La cruzada anticorrupción de los talibanes

En un artículo del New York Times de 2013, un funcionario estadounidense declaró: “La mayor fuente de corrupción en Afganistán era Estados Unidos”. Los dólares entraban en el país en baúles para repartirlos entre los políticos y comprar su lealtad. Los contratos para construir un nuevo Afganistán se dieron libremente a los empresarios estadounidenses, muchos de los cuales cobraron honorarios superiores a los que se gastaron dentro de Afganistán.

El presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, que huyó al exilio horas antes de que los talibanes tomaran el control de Kabul, asumió el cargo haciendo mucho ruido para acabar con la corrupción. Cuando huyó del país, su gente llevó cuatro coches llenos de dinero al aeródromo (según declaraciones del secretario de prensa de la embajada rusa en Kabul, Nikita Ishchenko, a RIA Novosti). “Intentaron meter otra parte del dinero en un helicóptero, pero no cabía todo. Y parte del dinero quedó tirado en la pista”, relata el informe de Reuters. La corrupción en las altas esferas se extendió a la vida cotidiana. Los afganos declararon haber pagado sobornos por valor de 2.250 millones de dólares en 2020, un 37% más que en 2018.

Buena parte de la causa del rápido avance de los talibanes en todo Afganistán durante el transcurso de la última década, radica en el fracaso de los Gobiernos respaldados por Estados Unidos y la OTAN – tanto de Hamid Karzai (2001-2014) como de Ashraf Ghani (2014-2021) – para mejorar la situación de los afganos. En las encuestas, los afganos afirmaban regularmente que creían que los niveles de corrupción eran menores en las zonas talibanes; asimismo, los afganos afirmaban que los talibanes gestionaban las escuelas de forma más eficaz. Dentro de Afganistán, los talibanes se presentaban como administradores más eficientes y menos corruptos.

Nada de esto debería permitir a nadie suponer que los talibanes se han vuelto moderados. Su programa con respecto a las mujeres es idéntico al que tenían en su fundación en 1994. En 1996, los talibanes entraron en Kabul con el mismo argumento: pondrían fin a la guerra civil entre los muyahidines y acabarían con la corrupción y la ineficacia. Occidente tuvo 20 años para impulsar la causa del desarrollo social en Afganistán. Su fracaso abrió la puerta al regreso de los talibanes.

Estados Unidos ha comenzado a aislar a Afganistán de su propio dinero en los bancos estadounidenses y de las redes financieras. Utilizará estos medios para aislar a los talibanes. Tal vez sea un medio para obligar a los talibanes a formar un Gobierno nacional con antiguos miembros de los gobiernos de Karzai y Ghana. De lo contrario, estas tácticas son claramente vengativas y sólo se volverán contra Occidente.

Fin del ARTÍCULO
DISPONIBLE PARA PUBLICACION:
agosto 25, 2021
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