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Un mundo solidario, para acabar con la pandemia del COVID-19, necesita ser – también – un mundo de conocimientos libres

RESUMEN:

Para las grandes farmacéuticas, un virus que muta eternamente es una máquina eterna de hacer dinero. El resto del mundo, quiere y necesita, que la población mundial se vacune para controlar la propagación de la pandemia.

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Globetrotter

CUERPO DEL ARTÍCULO:

Después de vacilar durante tres meses, la administración Biden finalmente aceptó una renuncia temporal a los derechos de patente de las vacunas COVID-19. La propuesta de Sudáfrica e India de una exención de los derechos de propiedad intelectual en la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha encontrado el apoyo de un gran número de países y de más de 400 organizaciones de salud pública. La propuesta se enfrenta ahora a la oposición de los países de la Unión Europea (UE). Hasta hace poco, estos se proyectaban como “más progresistas” que Estados Unidos – una proyección no muy difícil de conseguir teniendo como referencia la administración de Trump – pero el último movimiento de Biden les ha puesto en evidencia, dejando a la UE como el único partidario público de las grandes farmacéuticas en la OMC.

Aunque aparentemente la administración Biden apoya la propuesta de Sudáfrica e India, en realidad ha reducido considerablemente el alcance de la propuesta original ante la OMC, limitandola solamente a las patentes. La propuesta original incluye renunciar a todos los derechos de propiedad intelectual sobre vacunas, diagnósticos y medicamentos COVID-19, incluidos los diseños industriales, los derechos de autor y los secretos comerciales. Estas renuncias son necesarias para incrementar las vacunas, desde el proceso de investigación y desarrollo hasta la producción a escala industrial. Sin embargo, la exención de patentes de Biden se limita únicamente a las vacunas. Deja por fuera las patentes sobre el Remdesivir y varios anticuerpos monoclonales que han demostrado su eficacia contra el COVID-19. Si no se amplía la exención de las patentes de vacunas a otros derechos de propiedad, la postura de la administración Biden es más una cuestión de imagen que un esfuerzo real por intensificar la lucha contra el COVID-19. El punto sobre la transferencia de conocimientos, para ampliar la fabricación de vacunas en otros países, es una batalla que todavía debe ser combatida y ganada.

Aun siendo solamente una cuestión de apariencias, hay varias razones detrás del repentino cambio en la postura de Estados Unidos. Este país ha estado relativamente aislado debido a su política “America First” (América Primero), que consiste en acaparar vacunas y administrarlas primero a todos las personas estadounidenses antes de exportar al resto del mundo. Según un artículo publicado en el New York Times en marzo, Estados Unidos tenía “decenas de millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca” que no estaba utilizando, mientras que el programa Acelerador del Acceso a las Herramientas del COVID-19 (ACT) de la OMS – y su pilar de vacunas COVAX, del que depende gran parte del mundo – ha tenido dificultades para conseguir suministros de vacunas. Por último, con la India enfrentándose a un enorme aumento de casos a nivel nacional y deteniendo prácticamente todas las exportaciones de vacunas, China se ha convertido en uno de los únicos proveedores de vacunas a gran parte de África, Asia y América Latina. Esto está poniendo en peligro los planes de Biden de una gran alianza contra China, aislandola globalmente.

La visión geoestratégica no declarada de Estados Unidos es apoyar a las grandes compañías farmacéuticas occidentales para que dominen los mercados de los países ricos, y el mercado de los ricos del resto del mundo que pueden pagar precios superiores. Según el Wall Street Journal, Moderna generará este año unos ingresos de 19.200 millones de dólares con la venta de las vacunas COVID-19, mientras que Pfizer-BioNTech obtendrá 26.000 millones de dólares en ventas. Este es el mercado que los países ricos quieren proteger.

Estados Unidos confiaba en la India, su nuevo socio Quad (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral), para proporcionar vacunas al resto del mundo a través del programa COVAX de la OMS. El programa COVAX, aunque nominalmente dirigido por la OMS, está dominado por Bill Gates y sus diversas iniciativas en materia de vacunas: la Fundación Bill y Melinda Gates, Gavi y la Coalition for Epidemic Preparedness Innovations (CEPI), que son co-líderes del programa. Se espera que el Instituto de Suero de la India, que fabrica dos vacunas (Covishield, con licencia de AstraZeneca, y Novavax), y Biological E, que producirá la vacuna de Johnson & Johnson (Janssen), proporcionen entre 2.600 y 3.000 millones de dosis al año desde la India para otros países, ayudando a vacunar a la población mundial.

Esta estrategia fracasó debido a la absoluta incompetencia del Gobierno del primer ministro indio Narendra Modi para utilizar la capacidad autóctona del país y aumentar rápidamente la producción de vacunas en la India. La otra limitación fue la virtual prohibición de exportación de Estados Unidos en virtud de la Ley de Producción de Defensa de 1950, que negó a los fabricantes de vacunas indios el equipo y las materias primas vitales necesarias para aumentar la producción de las vacunas COVID-19. Según un artículo publicado en abril en el New England Journal of Medicine, para alcanzar la tan necesaria inmunidad de rebaño, en la que hasta el 85% de la población ha sido completamente vacunada, se necesitarán unos 4,6 años. China y Rusia se han convertido en los dos únicos países dispuestos a ofrecer sus vacunas y tecnología a otros países que luchan por controlar la propagación del virus.

Si Estados Unidos había confiado en la capacidad del Gobierno de Modi para competir con China en el ámbito de las vacunas, se equivocó en su apuesta. El Gobierno de Modi fracasó estrepitosamente no sólo en anticiparse a una segunda ola en India, sino también en invertir en el aumento de la producción de su vacuna autóctona, Covaxin, desarrollada por el Consejo Indio de Investigación Médica (ICMR) y el Instituto Nacional de Virología (NIV), en colaboración con Bharat Biotech, para aumentar la capacidad biofarmacéutica del país. En su lugar, el Gobierno de Modi creyó que la “magia” del libre mercado proporcionaría todas las vacunas necesarias sin necesidad de ninguna planificación ni apoyo gubernamental.

Los defensores del monopolio de las patentes, entre los que se encuentra Bill Gates, sostienen que la liberación de las patentes es inútil, ya que es la falta de tecnología, conocimientos y capital, y no las patentes, lo que está frenando la producción de vacunas fuera de los países ricos. Si las patentes no limitan la producción de vacunas en otros países, ¿por qué las grandes farmacéuticas y los países ricos se han opuesto a la exención de patentes en la OMC durante los últimos seis meses? ¿por qué hay tanto enojo en relación con la postura actual de la administración Biden sobre las exenciones de patentes?

Según las grandes farmacéuticas, una exención de patentes sobre las vacunas desincentivaría la investigación, lo que sería un gran golpe para la innovación. Lo que ocultan – y esto no es ninguna novedad – es que la mayor parte del dinero destinado a la investigación de las nuevas vacunas procede de fondos públicos. Un artículo de la revista Lancet, publicado recientemente, muestra que los Gobiernos y las organizaciones sin ánimo de lucro han aportado más de 10.000 millones de dólares para el desarrollo de la actual cosecha de vacunas y otras candidatas a vacunas prometedoras. Esto no incluye los miles de millones de dólares que los Gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido pagaron a Pfizer y AstraZeneca por los pedidos anticipados.

El argumento de proporcionar un monopolio a las grandes farmacéuticas para incentivar el descubrimiento de medicamentos es, por tanto, falso. La mayor parte de la investigación para el desarrollo de fármacos y vacunas se financia con fondos públicos y en laboratorios gubernamentales.

En cuanto al papel del dinero filantrópico en el desarrollo de monopolios privados, debería tratarse a la par que el dinero público, ya que procede de dólares libres de impuestos. Bill Gates y sus iniciativas – la Fundación Bill y Melinda Gates – merecen una mención especial aquí, ya que la fundación tiene un papel directo en el fortalecimiento del monopolio de la grandes industrias farmaceuticas. Fue Gates y el poder que ejerce a través de la Fundación Bill y Melinda Gates, Gavi y CEPI lo que llevó al Instituto Jenner de la Universidad de Oxford a abandonar su idea inicial de poner su tecnología de vacunas a disposición de cualquier empresa de forma no exclusiva. En su lugar, firmó un contrato exclusivo con AstraZeneca.

Hay tres grandes plataformas tecnológicas que han surgido en el desarrollo del lote actual de vacunas exitosas. La primera incluye las vacunas de virus inactivados “de toda la vida”, como las chinas Sinovac y Sinopharm y la india Covaxin. La segunda plataforma tecnológica (basada en el adenovirus) utiliza un virus relativamente inocuo como vector para transportar una proteína del SRAS-CoV-2, por ejemplo, AstraZeneca, CanSino, el Sputnik V del Centro Nacional de Epidemiología de Gamaleya y Johnson & Johnson. El tercer tipo es la vacuna de ARNm que indica a las células del organismo que produzcan la proteína del SRAS-CoV-2, como en el caso de Pfizer-BioNTech y Moderna. Estas tres plataformas tecnológicas han producido vacunas exitosas.

Casi todos los argumentos de las grandes empresas farmacéuticas sobre las razones por las que las exenciones de patentes no tienen mucha utilidad son para las plataformas de vacunas de ARNm. El argumento de las grandes farmacéuticas de que países como India, China y Corea del Sur – tres de los mayores países fabricantes de vacunas genéricas – no tienen capacidad biológica no es correcto, ya que las vacunas de ARNm no son de interés inmediato para la salud pública de la mayoría de los países. Las vacunas de ARNm requieren una cadena de suministro ultra-fría; de lo contrario, se degradan rápidamente. El coste y el esfuerzo que supone la creación de esa cadena de suministro ultra-fría impiden el uso de las vacunas de ARNm en los programas de vacunación masiva en la mayoría de los países. Lo que interesa a estos países son las vacunas con virus inactivados o las vacunas con vectores de adenovirus.

Las plataformas apoyadas por la OMS – CEPI y Gavi – en las que Bill Gates tiene una gran influencia, se han centrado mucho más en las nuevas plataformas de vacunas, las de ARNm y las de vectores de adenovirus, y no en las vacunas tradicionales de virus inactivados. El Dr. Ricardo Palacios, del Instituto Butantan, durante su intervención en un seminario web organizado por el Centro del Sur el 1 de abril, señaló “que CEPI y COVAX financiaron en gran medida las tecnologías de vacunas más nuevas y tuvieron la tendencia a despreciar las tecnologías más antiguas, como los virus inactivados”, por ejemplo, vacunas como la Sinovac de China y la Covaxin de la India. Estas vacunas de virus inactivados son eficaces, cuestan menos y pueden producirse fácilmente en muchos países en desarrollo. Antes de descartar estas vacunas como tecnología de ayer, es pertinente señalar que ésta sigue siendo la plataforma de vacunación contra la gripe en todo el mundo y se utiliza para fabricar unos 1.500 millones de dosis al año.

Mientras tanto, la única parte novedosa de las vacunas con vectores de adenovirus de AstraZeneca, CanSino y Sputnik V de Gamaleya es la inserción de un pequeño fragmento de proteína de espiga en el vector de adenovirus y el posterior cultivo del adenovirus como hacemos con el virus inactivado. Cinco empresas de la India, un consorcio de empresas surcoreanas y otro consorcio de empresas chinas tienen previsto aumentar la producción de Sputnik V hasta alcanzar entre 1.500 y 2.000 millones de dosis al año.

Para cualquier empresa dedicada a los productos biológicos, se trata de una tecnología bastante rutinaria. India cuenta con unos 30 fabricantes de productos biológicos, y Corea del Sur y China también tienen una industria biológica establecida. Bangladesh, el sudeste asiático y los países latinoamericanos también tienen capacidad de fabricación de medicamentos biológicos, por lo que pueden convertirse en fabricantes importantes. Cuba ha desarrollado cinco vacunas, dos de las cuales se encuentran en ensayos clínicos avanzados. Según el Informe sobre el Mercado Mundial de Vacunas 2020 de la OMS, tres empresas indias (el Instituto de Suero de la India [SII], el Instituto Haffkine [Haffkine] y Bharat Biotech [BBIL]) suministran alrededor del 44% de las vacunas del mundo por dosis. El argumento esgrimido recientemente por Bill Gates en una entrevista en Sky News de que “sólo gracias a nuestras subvenciones y a nuestra experiencia” los indios (o coreanos, chinos, latinoamericanos, africanos, árabes, etc.) pueden producir las vacunas no es más que una visión racista del mundo. Es una repetición de la carga del hombre blanco que encubría la anterior empresa colonial genocida.

La cuestión que el mundo debe plantearse es si queremos pasar los próximos años protegiendo los beneficios del monopolio de unas pocas empresas de la Gran Farmacia, condenando al mundo a una pandemia de COVID-19 mucho más extensa; o si creemos que la salud pública exige un rápido intercambio de conocimientos para que la población mundial pueda ser vacunada en los próximos 6-12 meses. Si esto último no sucede, seguirán apareciendo nuevas mutaciones del virus, lo que requerirá la actualización de las vacunas constantemente, convirtiendo esto en un juego interminable de serpientes que se muerden la cola. Esto es lo que quieren las grandes industrias farmacéuticas, ya que creará, para ellos, una máquina eterna de hacer dinero, pero no es lo que queremos las personas que, en todo el mundo, creemos que un mundo solidario necesita compartir el conocimiento.

Fin del ARTÍCULO

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